29.1.12

Ginnebra.

El frío de París hiela las pocas hojas de los árboles sobre su cabeza. El vaho aparece como un fantasma en mitad de la noche, a centímetros de la boca de Ginnebra. Morena de ojos marrones, y unos tacones de diecisiete centímetros; se siente como una diosa con un vestido de alta costura, verde esmeralda, con la espalda al descubierto y un escote al que los sentidos son sensibles.
Llega a la orilla del Sena y enciende un cigarrillo. El sonido de una lancha termina con la pequeña droga. Espera tocándose uno de los mechones que abandonan su recogido.
- ¿Cómo estás, preciosa? Sube.
Obedece. Lo mira y sonríe, aunque por dentro se muere. No le gustan los hombres que pasan las siete décadas. Inspira y se sienta al lado de él, con la cabeza alta y una mirada felina. La lancha se aleja y con ella la diosa de la noche, ayudada por el alcohol para conseguir una fortuna.